LAS MANOS DEL JARDINERO



Las manos del jardinero conocen a la tierra como al vientre de la mujer,
conocen sus senderos húmedos y oscuros
y pueden perderse sin recelos entre su profundo vacío.
Las manos del jardinero se ensucian continuamente
y por debajo de sus uñas se resguardan las esporas,
que esperan en momentos distraídos para caer entre los cuerpos entrelazados.
Las manos del jardinero son agrestes y tienen el color de los olivos centenarios,
trabajan con paciencia y transmutan los paisajes con el acento del sol,
diríase que conocen todos los trucos de magia,
para hacer brotar de la nada extraños amaneceres.
Las manos del jardinero conocen los ciclos naturales,
los ritmos y silencios de los suelos
y el lenguaje secreto de las nubes.
Construyen utopias vegetales en los días mas ácidos del invierno
y la primavera, cuando llega, les susurra nuevas vías para el sueño.
Las manos del jardinero desnudan las viejas pieles de sus troncos añejos,
como los amantes hacen a veces en los tránsitos de los climas.
Cuentan con la paciencia para ver crecer las cosas que hasta hace poco
eran casi nada, invisibles voces que susurraban dentro.
Y tienen la fe de los alquimistas en la Vida.
Las manos del jardinero conocen las medidas justas de agua y de sol,
los tiempos propicios para esa poesia.
Y sus palabras favoritas son: podas, injertos, deseo, brotes, esquejes y riegos.
Ya han sido heridas en ocasiones por las espinas de alguna rosa,
y esas marcas se vislumbran a veces como cicatrices luminosas entre los dedos,
y eso no evita poder dejar de amar y volver a sentir en las manos la áspera llama.
La ternura termina floreciendo repetidamente entre la carne y el hueso,
en el verdor sostenido por las manos del jardinero.
DESPUÉS DE LAS LLUVIAS UN VERDOR



Yo sembraré mi voz en la carne del viento
para que nazca un árbol de canciones;
después me iré soñando músicas inaudibles
por los ojos sin párpados del llanto.
Colgada sobre el cielo dolido de la tarde
habrá una pena blanca, que no será la luna.
Será una fruta alta, recién amanecida,
una fruta redonda de palabras
sonoras, como un canto:
maravilla sonámbula de un árbol
crecido de canciones, semilla estremecida
en la carne florecida del viento:
-mi voz.
Franklin Mieses Burgos


Fotografía: Taras Kuszczynski
MÚSICO BAJO LA LLUVIA



Hace ya varios días que espero a la lluvia,
hay signos, oráculos y señales 
y algún olor transparente que nace indómito de los suelos 
incluso aquí en la ciudad,
premoniciones después de los telediarios
y el nuevo canto de los pájaros
volando excitados sobre los tejados quebrados de las calles
y en los pocos árboles que quedan ya en las avenidas
tiemblan también sus hojas esperando con el aire.
Los cristales de las ventanas de mi casa piden ser lamidos, 
agujereados por las lentes espesas y suspensas
y las paredes desconchadas de mi cuarto 
dibujan intensas flores de humedad.  
Pero nada, 
y el jardín continua huérfano
aunque yo permanezco oteando hacia arriba,
vigilando los tonos y los cambios cromáticos del cielo 
en su viaje hacia la densidad madura,  
esperando en mi piel el soplido de esa primera brisa que 
se levanta anunciadora cuando llega la hora 
y el casi imperceptible aunque rotundo silencio del preludio.

Mientras tanto, sólo puedo escuchar la afinación de los instrumentos 
en el latido de un corazón desafinado.

Será que aún hace falta recolectar todas las lágrimas del otoño?



Fotografía: Robert Doisneau
EL OFICIO DE SER NUBE



Peregrinar pacientemente en círculos 
Dibujar en el aire con vapores calientes 
y reinventar así los cielos
Ocultar el sol en días cercanos al invierno, 
cuando se presiente la tierra abrirse en bostezo perezoso
Viajar ligera de equipaje 
y conocer de cerca el vuelo de los pájaros 
Aprender a no dejar huellas 
Vestirse con aguas deshilachadas
Conocer la tierra con desapego y amarla
Llorar
Convertir la luz en prisma errático 
Poseer una personalidad camaleónica
Jugar y no tener hora para volver del recreo
Conocer el Teatro de Sombras  
Tener sueños húmedos y despertar bien mojada
Ser la amiga de los jardineros
Aprender a perder el miedo a perderse 
No tener problemas de peso
Ser nómada y no pagar billete de viaje 
Transformar la tristeza en algo fértil
Ser amante del viento y
parir sobre las ciudades y campos
un pedazo de mar.



LA VIDA EN EQUILIBRIO



En el atardecer, después de la lluvia,
el sol acariciaba las piedras de la antigua ciudad
de una especial manera,
con un profundo y limpio amor.
Y al mirarnos supimos que
éramos conscientes de aquel minuto prodigioso,
de aquella intensa belleza inestable.
Eloy Sánchez Rosillo


Fotografía: Willy Ronis
FRIO AL AMANECER


Recuerdo el frío del amanecer, los círculos de los insectos sobre las tazas inmóviles, la posibilidad de un abismo lleno de luz bajo las ventanas abiertas para la ventilación de la enfermedad, el olor triste de la sosa cáustica.
Pájaros. Atraviesan lluvias y países en el error de los imanes y los vientos, pájaros que volaban entre la ira y la luz. Vuelven incomprensibles bajo leyes de vértigo y olvido.
No tengo miedo ni esperanza. Desde un hotel exterior al destino, veo una playa negra y, lejanos, los grandes párpados de una ciudad cuyo dolor no me concierne.
Vengo del metileno y el amor; tuve frío bajo los tubos de la muerte. Ahora contemplo el mar. No tengo miedo ni esperanza.
Eres sabio y cobarde, estás herido en las mujeres húmedas, tu pensamiento es sólo recuerdo de la ira.
Ves la rosas temibles. Ah caminante, ah confusión de párpados. Hay una hierba cuyo nombre no se sabe; así ha sido mi vida.
Vuelvo a casa atravesando el invierno: olvido y luz sobre las ropas húmedas. Los espejos están vacíos y en los platos ciega la soledad. Ah la pureza de los cuchillos abandonados.
Amé todas las pérdidas.
Aún retumba el ruiseñor en el jardín invisible.

Antonio Gamoneda


Fotografía: Elliot Erwitt

LUNA MENGUANTE

He vuelto a ver anochecer
de mil formas distintas
en mil formas de amar.

Quise volver a descubrir
las canciones más peligrosas
en tus ojos de otoño.

Miénteme hasta hacerme feliz
miénteme hasta verme llorar
miénteme con mentiras prohibidas
miénteme como tú sabes

Y como ves
aún sigo aquí
contando nubes de ázucar
partiendo un corazón.

Después del sol
después de ti
después de vidas robadas
después de mucho después.

Como mentiras en lunas de miel
como aeropuertos por estrenar
como el nombre de un engaño tatuado en el pie
como un collar de lunas.

Perdóname
perdóname he nacido para verte reir
y no lo he conseguido.

Diego Vasallo
Collar de lunas en
Canciones de Amor Desafinado


Imagen: Tim Burton
AUTUMN SOUL



Mi manera de amarte es sencilla:
te aprieto a mí
como si hubiera un poco de justicia en mi corazón
y yo te la pudiese dar con el cuerpo.
Cuando revuelvo tus cabellos
algo hermoso se forma entre mis manos.
Y casi no sé más. Yo sólo aspiro
a estar contigo en paz y a estar en paz
con un deber desconocido
que a veces pesa también en mi corazón.
António Gamoneda
Fotografía: Robert Doisneau